domingo, 13 de octubre de 2013

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¿Qué pasa cuando se ponen a generar obra desde la marcianitud de la clasemedia-artística-intelectual? Al hambre y a la exclusión no habría que mirarlos extrañados, eh. Sería mejor arremangarse y hacer algo. Intervenir de alguna forma. Con una obra involucrada y basta de pavada. O nada.  
Pero es más fácil sumarse a las modas y tener un discurso. Tener un discurso que te hace sentir bien y vaciar la verdad de contenido.  Vaciarla de contenido y volverla un lugar común. Volverla un lugar común y que sea parte del paisaje. Que sea parte del paisaje y alguien pinte un cuadro. Que hagan una instalación, que hagan una obra de teatro muy cruda y que las gacetillas anuncien que es una denuncia social, que se pinten graffitis rebeldes con slogans trillados, que se adoptan lenguajes callejeros. Que sea parte del paisaje y se empatice, por afuera.

La real marcianitud de la clasemedia-artística-intelectual usa la carencia como inspiración. Un gran periodista escribe una gran crónica. Un periodista menor escribe una crónica menor.  Suceden en las periferias. Una nueva novela que habla de pibes chorros, un libro de relatos para los wachos. Una generación entera de poetas versan pobreza, combaten a los gatos burgueses con su pluma y troskean Villa Ocampo. Todos dicen “villa” y (no)hacen (nada)algo. Una villa es un poblado.  Ahora dicen que. Cada vez más. 

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